Jacinda Arden, líder del Partido Laborista, ganó con mayoría absoluta del Parlamento en las elecciones del pasado mes de octubre en Nueva Zelanda. Una de las principales señas de identidad de su gobierno es la gran diversidad de su composición, atributo que pone de manifiesto su gran competencia e intelecto. Arden aseguró además que los nombramientos realizados se hicieron por mérito.
Como muestra de esta pluralidad y heterogeneidad en su nuevo gabinete ejecutivo Arden ha incluido a Nanaia Mahuta, una mujer de etnia maorí que se encargará de estar al frente de la diplomacia neozelandesa como nueva ministra de Relaciones Exteriores siendo la primera mujer en asumir este ministerio de exteriores en la historia de Nueva Zelanda.
Esta mujer se encuentra emparentada con la monarquía indígena y a lo largo de su vida ha realizado numerosas tareas políticas y es activista por los derechos de los pueblos indígenas de Nueva Zelanda. Estudió en la Universidad de Auckland obteniendo un diploma en la especialidad de desarrollo de negocios maoríes, trabajó en los archivos de la Universidad y más tarde se licenció en antropología social. Fue elegida por primera vez como parlamentaria en 1996, a los 26 años y desde entonces hasta 2020 ha ganado ocho reelecciones consecutivas.
Se dice que un gobierno representa y encarna la personalidad de sus habitantes y desde luego este nuevo ejecutivo de Nueva Zelanda simboliza el crecimiento y el progreso de este país. La incorporación de las mujeres al ámbito político y a puestos de responsabilidad en general sigue siendo una tarea pendiente ya que, así como en otros espacios se han producido algunos avances en cuanto al empoderamiento femenino, la política no es uno de ellos. Sin embargo, la presencia de mujeres en este medio es muy positiva ya que con su presencia se aportan puntos de vista y perspectivas diferentes que no habían concurrido en épocas pasadas. Las mujeres aportan a este entorno político, normalmente hostil y agresivo, una mejora en el comportamiento y en el lenguaje además de modificar el orden de las prioridades de manera positiva y aportar una mayor sensibilidad hacia todos los temas relacionados con la igualdad y con todas las cuestiones de género. Además, su presencia y su participación política en la toma de decisiones hace que se pongan en el centro del debate los derechos de las mujeres y que se incorporen en los debates políticos los intereses y preocupaciones de estas en los programas de las diferentes formaciones.